Por Roberto Silva Bijit
Fundador de “El Observador”
Todos los trabajos tienen siempre algo de reconfortante, que hace que la persona que lo desempeñe se sienta bien, contenta del deber cumplido.
Por supuesto que hay trabajos que tienen un poco más que otros en ese sentido. Por ejemplo, una enfermera sentirá mayor plenitud al sacar de su enfermedad a un paciente. Un agricultor que puso una semilla y sacó una planta llena de tomates, sentirá que gracias a sus desvelos está sacando alimentos de la tierra. En fin, siempre hay un premio al trabajo realizado.
En el periodismo esa sensación es maravillosa porque con unas palabras y una foto, con una conversación grabada y un título, se puede hacer que miles de personas participen de una situación y que, además, asuman posiciones en la misma línea de lo que planteamos.
Ya sea la difusión en la prensa escrita, la radio o la web, el mensaje es muy poderoso, porque invita a tanta gente y porque ilumina un hecho que pudo haber estado en la sombra, ya sea por encubrimiento, por falta de atención o sencillamente porque a nadie le interesó antes que a nosotros.
Historias hay siempre. El niñito que necesita millones para un trasplante y que con el llamado que hacemos llega mucha gente al evento y junta las “lucas” que necesita; el anciano que vive entre cartones en la orilla de una plazoleta, en medio de una gran población, pero al que nadie parece ver y que después de la crónica lo rescatan; la muchacha que después de años de ejercicio logró un récord a nivel nacional, y nadie más que ella y su mamá saben de las muchísimas privaciones que debió sufrir para lograr ese triunfo; la vida de ese vecino generoso de quien al momento de morir se puede contar su historia con la página final de homenaje a una vida sencilla, pero valiosa para los demás.
También pasa con las grandes noticias, como por ejemplo, con todos los temas medioambientales que hemos enfrentado a lo largo de toda la trayectoria del diario.
La férrea oposición a la central termoeléctrica Los Rulos, que pretende generar un montón de contaminación y que ha recibido el rechazo transversal de todos los sectores; el carbón en la playa de Las Ventanas; los más de mil 300 afectados por algún contaminante en Quintero y Puchuncaví (del cual todavía no sabemos casi nada) y que terminaron en el hospital; la necesidad de proteger los humedales que había y los que están surgiendo ahora como respuesta a un mejor cuidado de la naturaleza; la mega sequía y sus trágicas consecuencias para las vidas de miles de familias y para miles de hectáreas plantadas. Se avecinan grandes cambios en el tema energético, con el reemplazo de la bencina y el petróleo por la fuerza del viento y el calor del sol. Todos viviremos el impacto de esas transformaciones. Lo que pasa es que hoy en día los principales problemas de nuestra sociedad pasan por complicaciones en el ambiente.
Lo que deberemos aprender es que al planeta no lo cambian ni los gobiernos ni las instituciones, al planeta lo vamos cambiar cada uno de nosotros, con pequeños -pero importantes actos- para cuidar el lugar en que vivimos.
Los sucesos policiales han formado parte de nuestra especialidad y hemos podido mostrar todos los recovecos que se esconden en el espíritu de algunas personas, ya sea que toman la terrible decisión de suicidarse, asesinar a alguien, robar un negocio o traficar drogas. Todos esos casos, que llaman la atención y asombran, son narrados con detalles para intentar comprender los resquicios de la compleja mente humana.
Ha sido interesante nuestro papel de hinchas deportivos, ya que no somos meros cronistas de lo que pasa en el deporte de nuestra zona, sino que escribimos con la camiseta puesta, con la defensa de nuestros equipos y nuestros deportistas. Cada edición siempre tiene novedades de los clubes y las personas vinculadas a diferentes actividades, no solamente al fútbol, lo que nos ha permitido sintonizar con miles de lectores y auditores que son tan hinchas como nosotros.
Muchas veces la gente me pregunta cuál es el secreto para que después de cinco décadas, “El Observador” siga siendo un diario exitoso, que no lo haya detenido la pandemia y que siempre siga cada martes y viernes llevando nuestras noticias. Creo que la clave está en que siempre hemos trabajado para mantener la confianza de los lectores y auditores, el verdadero capital de un medio de comunicación.
Y confianza es creer en el otro. Si vamos siempre por la verdad, si nos esforzamos por contar buenas historias, por ser solidarios con los que la están pasando mal, si se siente que queremos lo que hacemos y lo expresamos con textos y fotos, entonces, los lectores pueden confiar en sus periodistas y leer el diario tal como si conversaran con un amigo de muchos años.
El mejor lugar para confirmar este trabajo es la sala de crónica, donde habitualmente los equipos de prensa dialogan y discuten sobre la realidad que están reporteando, exponiendo sus ideas sobre el desarrollo de nuestras ciudades, valorando las entrevistas con los líderes de opinión, conversando la mejor forma de presentar sus reportajes a los lectores del papel o la web, o a los auditores de las radios.
Siempre son Ustedes, nuestros lectores y auditores, lo que más nos importa, a quienes dedicamos nuestras mejores energías. Tratamos de cumplir nuestro lema: “Se atreve y lo dice todo”. Eso significa buscar por todos los recovecos posibles para confirmar un hecho y después redactarlo de manera que se entienda, que todo quede ordenado para la mejor comprensión. Los editores le llaman a eso “despachar” una crónica. Pero no siempre podemos decir todo por escrito, a veces, no tenemos los documentos de respaldo y debemos contar sólo aquello sobre lo que tenemos pruebas. Nunca, jamás, inventar ni suponer nada de lo que no tenemos respaldo. Aunque sí podemos opinar sobre aquellas situaciones que nos constan, que hemos visto mientras trabajamos reporteando. No es periodismo serio decir que se espera la alcoholemia del conductor, cuando el tipo no se podía bajar del auto de curado, cuando apenas hablaba y olía a alcohol. Sobre lo que vemos no transamos. Tampoco sobre lo que podemos probar.
Todo eso para sostener por años la confianza de quienes nos leen y escuchan, para renovar en cada edición la seguridad que estamos informando en forma veraz, oportuna y creíble.
Han pasado ya 51 años desde que “El Observador” saliera a las calles de nuestra zona llevando un mensaje informativo y de compromiso con el desarrollo, una palabra escrita con pasión para defender lo nuestro, darle valor a la vida en provincia y seguir creyendo en que podemos construir una sociedad mejor.